Invierno en Madrid by C. J. Sansom

Invierno en Madrid by C. J. Sansom

autor:C. J. Sansom [Sansom, C. J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T05:00:00+00:00


22

El uno de noviembre amaneció muy húmedo y frío en Madrid. El apartamento de Harry ofrecía un aspecto sombrío, a pesar de las acuarelas de paisajes ingleses que había pedido prestadas a la embajada para cubrir las paredes desnudas.

A veces pensaba en el comisario desaparecido. Se preguntó qué clase de comisario habría sido Bernie si hubiera vivido y su bando hubiera ganado la guerra. Su misión había consistido en alentar a Barbara a que le hablara de Sandy cuando ambos se reunían y, en tales ocasiones, apenas habían mencionado el nombre de Bernie; lo cual le producía una extraña sensación de vergüenza, como si lo hubieran tachado de sus vidas. «Bernie habría sido un comisario muy competente», pensó; poseía la dureza y la furia necesarias para ello, junto con una conciencia social profunda y compasiva. Sin embargo, no se lo imaginaba convertido en uno de aquellos individuos de quienes había oído hablar y que durante la Guerra Civil condenaban a los soldados a ser fusilados por protestar.

De pie junto a la ventana, se tomó una taza de té de la marca Liptons facilitado por la embajada. Había encendido el brasero y un agradable calor se difundía por toda la estancia desde el pequeño recipiente metálico situado bajo la mesa. La lluvia caía muy despacio desde los balcones de la acera de enfrente. Le había resultado muy desagradable hacer preguntas a Barbara acerca de Sandy y sonsacarle información, y en cambio le había alegrado descubrir que ésta no sabía aparentemente nada. Debía de ser porque él no era gran cosa como espía.

Aquella mañana había actuado como intérprete en una sesión celebrada en el Ministerio del Interior y después se había vuelto a reunir con Sandy en el Café Rocinante. Lo había telefoneado al día siguiente de su paseo con Barbara por la Casa de Campo. Le dijo que en la embajada no tenía mucho trabajo y le preguntó si le apetecería volver a quedar. Sandy había aceptado encantado.

Bajó por la calle para dirigirse al café. Miró atentamente alrededor como de costumbre, pero no se veía la menor señal de que Enrique hubiera sido sustituido por otro espía más eficiente.

Cuando llegó, Sandy ya estaba en el Rocinante, sentado a una mesa y con un pie apoyado en un bloque de madera mientras un desarrapado chiquillo de diez años le lustraba los zapatos. Sandy lo llamó agitando el brazo.

—¡Estoy aquí! Perdona que no me levante.

Harry se sentó. El local estaba muy tranquilo aquella tarde; a lo mejor, la gente se había quedado en casa por la lluvia y la niebla.

—Qué tiempo más desagradable, ¿verdad? —dijo Sandy alegremente—. Es como si estuviéramos en casa.

—Perdona el retraso.

—No te preocupes. He llegado hace unos minutos. Me temo que ya está aquí el invierno.

El niño se sentó en cuclillas mientras Sandy inspeccionaba sus zapatos.

—Muy bien, niño —dijo Sandy, entregándole una moneda al chiquillo, que inmediatamente desvió sus grandes y tristes ojos hacia Harry.

—¿Le limpio los zapatos, señor?

—No, gracias.

—Vamos, Harry, son sólo cinco céntimos.

Harry asintió con la cabeza



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